La educación en México es una actividad muy loable y difícil de llevar a cabo debido a múltiples factores, tales como son la falta de actualización y capacitación de los profesores, el miedo al cambio de paradigma, la falta de recursos económicos, entre otros.
Las instituciones educativas, preocupadas por el buen desempeño de los estudiantes, han considerando el uso de las computadoras y del internet como primordial para la actividad docente. Sin embargo, no siempre se cuenta con la economía suficiente para lograrlo. Aunado a esto, el personal docente puede no ver con buenos ojos a las tecnologías modernas para utilizarlas de cotidiano en sus actividades. En algunos casos, los alumnos son los que carecen del sustento para acceder a las tecnologías modernas, aunque la institución se las proporcione. Estas situaciones provocan que no existan avances considerables en la forma en que los alumnos aprenden, como lo indica Papert en el capítulo 1 de su obra, “La máquina de los niños” (1995); aunque los planteamientos que este autor describe, entre ellos la realidad virtual y los libros electrónicos, actualmente (2010) son ampliamente utilizados por los estudiantes, los profesores siguen sin hacer uso de estas herramientas para alentar a los alumnos a aprender más.
Las consecuencias inmediatas de lo anterior son que un porcentaje mínimo de los niños que inician la educación primaria terminan una licenciatura, de ellos una pequeña cantidad son capaces de utilizar las tecnologías de información y comunicación (TIC) como apoyo para su desempeño laboral, no así en el ámbito social pues la mayoría de las personas las hemos usado al menos en alguna ocasión en los ratos de ocio. Esto nos lleva a pensar si las computadoras y las TIC son usadas para el desenvolvimiento social, ¿por qué los docentes no cuentan con esta herramienta en el aula? Pensemos en el ambiente universitario, para tratar de responder esta pregunta hay que observar cómo se encuentran los profesores, los estudiantes y la institución.
El modelo tradicional en la docencia universitaria.
El paradigma enseñanza aprendizaje es el que domina a la educación en México, principalmente en el aula universitaria, donde el profesor tradicionalmente es el experto en su disciplina aunque carente de instrucción pedagógica, es la voz del aula y quien tiene derecho a expresar opiniones y comentarios, ya sea de forma escrita en el inseparable pizarrón, o hablada, cuyo discurso característico es el autoritarismo. No obstante, hay diversas modalidades de este modelo: el profesor le permite al alumno exponer en alguna clase, lo invita a participar en la resolución de problemas al frente, le deja tareas o temas a investigar, organiza sesiones de trabajo en equipo y algunas otras actividades para que el estudiante desarrolle competencias tales como el liderazgo, la toma de decisiones, negociación, comunicación escrita y relaciones interpersonales. Muchos profesores logran el cambio al paradigma aprendizaje a través de estas actividades, propiciando que el alumno se interese en construir su propio conocimiento. Otros evaden realizar este tipo de cambio porque tienen miedo a perder la autoridad, a dejar de ser imprescindibles al convertir al estudiante en una persona autodidacta o simplemente a fracasar si las actividades planeadas no resultan lo que esperaban. Otros más, por desconocimiento o desinterés, prefieren seguir en la comodidad del método tradicional.
Dentro de este modelo tradicional de educación, el alumno se conforma con ser un receptor pasivo de información, ante la falta de motivación para participar durante las clases, no procura construir su propio conocimiento, sino que permite que el profesor se lo herede.
Observando este panorama, la comunicación en este modelo es un monólogo y el salón de clases se caracteriza por ser un sitio donde el profesor es autoritario e intimidante y el alumno simplemente obedece y repite lo que se le indica como disciplina.
Las técnicas de enseñanza se basan en la repetición de conceptos para que, por memorización, el alumno adquiera los conocimientos necesarios. El profesor entonces lo calificará basándose en la cantidad (más no la calidad) de conocimientos, imponiéndole un número.
Estas situaciones llevan al alumno a concebir a la escuela como un lugar aburrido donde le serán proporcionadas las bases para su futuro sin la necesidad de realizar esfuerzos considerables por lograr las competencias que se le exigirán en su vida profesional.
Las tecnologías de información y comunicación como apoyo a la docencia universitaria.
Hasta hace algunos años se decía que tener una computadora en casa era un lujo. Actualmente, esta visión sigue siendo cierta aunque se le agrega el término “necesario”; sin embargo, quienes no saben utilizarla son considerados analfabetas informáticos. Ante esto, hasta el profesor más tradicionalista ha decidido no serlo y se ha modernizado: ocupa la computadora y el proyector para sustituir al pizarrón (lo que le evita escribir), transcribe sus notas más importantes a archivos electrónicos para compartirlas a sus alumnos (obviando que deberán memorizarlas), busca artículos novedosos en el internet (generalmente largos y de difícil lectura) de los temas más importantes de su materia, incluso registra sus evaluaciones en hojas de cálculo. Aunque es un pequeño avance, el uso de la tecnología es incipiente, pues, tal cual fue descrito, el paradigma sigue siendo tradicional.
Debido a la facilidad de acceso a la información a través del internet, debe considerarse que 30 o 60 estudiantes (pensando en que las necesidades de la institución provoca la formación de grupos numerosos) tienen acceso a más información que el propio docente, aunque no toda sea de calidad y pertinente para el tema de interés; es entonces que el papel del profesor cambia, ya no debe ser el experto autoritario del aula, sino el guía que apoye al alumno a reconocer buenas fuentes donde realizar búsquedas exitosas, a analizar y utilizar la información obtenida para argumentar discusiones durante las clases. De tal forma que, profesor y alumnos, tienen que mantener un acercamiento continuo, no solo dentro sino fuera del salón de clases también.
El contacto telefónico entre ellos puede malinterpretarse e incluso ser económicamente elevado, por lo que herramientas como el correo electrónico, el chat, los blogs, los foros de discusión y las plataformas de trabajo en línea son muy útiles para mantener la comunicación activamente.
Es muy probable que el estudiante se encuentre ampliamente interesado en construir su aprendizaje si se ve apoyado con las TIC, pues resulta ser muy hábil en su uso. Por lo tanto, es necesario que el profesor se encuentre en constante capacitación respecto a las competencias informáticas, pues a pesar de que estas tecnologías son accesibles, debe saber delimitarlas para evitar caer en los excesos de la realidad virtual.
Para apoyarse en el uso de las TIC como material didáctico, es preciso que el profesor tenga una actitud dispuesta al cambio y que esté convencido de que esta innovación educativa es una metodología más para mejorar el rendimiento de sus estudiantes. Además, debe considerar que su papel como profesor ha cambiado sustancialmente, Tello en su artículo Desarrollo profesional docente ante los nuevos retos de las tecnologías de la información y la comunicación en los centros educativos (2009), describe las funciones del profesor en la era tecnológica, resaltando su importancia como facilitador del aprendizaje.
Asimismo, es imprescindible considerar que la institución brinde el apoyo necesario para que los proyectos didácticos basados en las TIC sean exitosos. Afortunadamente, la mayoría de las universidades cuentan con aulas especializadas a las que los profesores y los alumnos (recordemos que las computadoras personales en casa y el servicio de internet son un lujo, aunque necesario, al que no todos tienen acceso) pueden tener acceso fácilmente.Como puede observarse, el uso de las tecnologías en la práctica docente puede tener muchas ventajas, siempre que el profesor, la institución y el alumno opten por ellas por convicción y estén dispuestos al cambio.
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